Huerto empajado típico en permacultura. Galifa, Cartagena, verano 2013

La Permacultura es una escuela internacional de diseño de ecosistemas. Su objetivo fundamental es desarrollar entornos que cubran de forma directa, barata y duradera todas las necesidades humanas.
La Permacultura aplica la Ecología científica y una amplia gama de disciplinas tecnológicas mediante la metodología general del diseño.
Al aprovechar ingeniosamente los mecanismos naturales de los ecosistemas, la permacultura obtiene altos niveles de productividad reduciendo a la vez la dependencia de los recursos externos. Por esto resulta idónea para afrontar los crecientes problemas de la economía industrial
Aunque la permacultura es una técnica de diseño de espacios habitables que abarca una amplia gama de asuntos, la mayoría de la gente la relaciona con cierto tipo de huertos ecológicos, por lo general pequeños, muy intensivos y de altísima productividad… Hablamos sobre todo de suelos cubiertos de paja, que empiezan albergando policultivos de verdura anual, no se labran y ganan productividad de año en año. Los huertos de permacultura bien gestionados pasan por varias etapas de verdura perenne, arbustos y árboles, para acabar convertidos en complejos bosques frutales, que producen gran diversidad de alimentos y abundante leña con mínimo gasto de mantenimiento.

Sobre terreno agrícola degradado por la labranza continuada se realizó un empajado y se procedió a instalar riego de una balsa de la finca. Se plantaron varias clases de hortalizas. No se registraron plagas a pesar de no estar maduro el ecosistema. No se utilizó ningún tipo de abono químico ni orgánico, ni herbicidas o plaguicidas.
Galifa, Cartagena de España, verano de 2013

La clave de los sistemas intensivos en permacultura consiste en una combinación eficiente de naturalidad y artificialidad: Podemos modificar y enriquecer el suelo, instalar sistemas de riego o estructuras para control de temperaturas extremas, y trabajar con vegetales y animales procedentes de otras áreas geográficas, pero hay muchos mecanismos biológicos que están en los ecosistemas naturales y con los que sin lugar a dudas nos interesa contar. Los más importantes son la productividad permanente del suelo orgánico maduro, el aprovechamiento máximo de los recursos mediante comunidades vegetales completas y las funciones reguladoras que realiza la fauna de forma automática y gratuita.
Cuando un bosque, un matorral o un prado perenne son roturados, se suele obtener gran productividad en las dos primeras temporadas, a partir de entonces las cosechas decaen y pasados seis o siete años empiezan a ser ridículas… En cambio en los ecosistemas naturales el suelo acumula más y más materia orgánica, se desarrolla hasta alcanzar varios palmos de espesor, retiene cada vez más agua y suministra a los vegetales todos los nutrientes que estos necesitan. La diferencia es la labranza, de modo que para disponer de suelos orgánicos en los que instalar cultivos eficientes, la permacultura propone abstenerse de labrar, para que así los restos vegetales se vayan acumulando sobre la tierra… En muchos casos convendrá empezar aportando materia orgánica artificialmente a suelos que hayan sido muy explotados.
Es norma general en agricultura plantar una sola especie vegetal en cada zona de cultivo, o como mucho dos o tres de ellas. También se las suele colocar espaciadas, dejando suelo desnudo entre cada planta, que diversas hierbas espontáneas siempre intentarán rellenar… Por el contrario los ecosistemas naturales cuentan con muchas especies vegetales, que crecen tan apretadas como las condiciones ambientales lo permitan, ocupando así todo el espacio disponible, tanto en superficie como en altura. Se podría pensar que hace falta demasiada información para configurar artificialmente comunidades vegetales parecidas, pero esto no es del todo cierto: El diseño permacultural deja amplio margen a las plantas para desarrollarse, competir y aliarse, guiada cada una por sus capacidades e intereses.

Ecosistema natural donde se sembraron cucurbitáceas, garbanzos y maíz sin roturar ni cavar ni retirar el herbazal del lugar. En permacultura no existe el concepto de "malas hierbas", solo biomasa y competitividad o asociación.
Fuente Vieja, Galifa, Cartagena de España.

En la periferia fitófagos del suelo y hacia dentro sus depredadores y en el centro los depredadores de los depredadores.
Dibujo: J. Ramón Rosell

La agricultura y las plagas suelen ir unidas: Los ecosistemas degradados y simplificados que crea la primera son el caldo de cultivo ideal para las segundas… Sin embargo en ecosistemas naturales maduros las plagas suelen brillar por su ausencia: Los animales herbívoros que de proliferar en exceso podrían dañar la vegetación, están controlados por diversos depredadores que limitan sus poblaciones, e incluso los propios depredadores se controlan mutuamente, de forma que ninguno prolifere en exceso y pueda exterminar a sus presas habituales. A medida que un huerto permacultural se va desarrollando, va recuperando capacidad para albergar fauna, y se beneficia de las funciones de regulación correspondientes. En cualquier caso el proceso puede acelerarse instalando refugios adecuados; como motones de piedras y leña, cajas nido, pequeñas charcas… Y más aun si se realizan sueltas de aquellas especies que lo tengan difícil para llegar por medios propios.
En permacultura se puede prescindir casi por completo de recursos externos, como abonos, pesticidas, carburantes, máquinas… Esto unido a que los auténticos huertos de permacultura se desarrollan hasta alcanzar su clímax forestal; incrementando así su productividad a lo largo del tiempo; convierte al diseño ecosistémico permacultural en una alternativa eficaz frente a la agricultura, que permite superar tanto los errores de base de esta última como su dependencia respecto a la energía y las materias primas de origen industrial, en una situación en la que el suministro de ambas va a ser cada vez más problemático.

 

Vivero y verdura silvestre bajo cubierta con riego por aspersión artesanal en zona 1 al lado de la vivienda-
Fuente Vieja, Galifa, Cartagena de España.

Zonas en Permacultura.
Gráfico por J. Ramón Rosell

El diseño permacultural propone diversos niveles y modalidades de gestión que, siempre que sea posible, habrían de estar presentes en mayor o menor proporción dentro de cada proyecto concreto: La vivienda humana con todas sus tecnologías asociadas y ecosistemas dependientes es la zona I, de máximo control e intensividad. La zona II se refiere a huertos intensivos, en general de más extensión, dotados de sus propios sitemas de apoyo tecnológico e independientes de las viviendas. En climas de tipo mediterráneo la zona III de permacultura corresponde a campos de secano donde se interviene para reconstruir la vegetación natural y la fauna autóctona, con variantes encaminadas a mejorar la productividad. La zona IV son los ecosistemas naturales, de los que son extraidos productos diversos o se lleva ganado a pastar, y la zona V reune diversos tipos de reservas biológicas, destinadas a preservar especies en peligro o piezas claves del ecosistema, o a estudiar procesos naturales. Las zonas I, II y III pueden organizarse en sectores transversales, dedicados cada uno de ellos a untipo concreto de productos o funciones, tales como alimentos vegetales, ganado, madera o prevención de incendios, entre otros.

Esquema que ejemplifica un modelo de restauración del territorio en secano interviniendo en zonas 3 a 5.
Dibujo: J. Ramón Rosell

Pintura que ejemplifica un diseño permacultural finalizado y que convierte una finca agrícola con escasa productividad en un hábitat sostenible y autosuficiente desde el punto de vista energético y alimentario.
Autor: J. Ramón Rosell